sábado, 27 de octubre de 2007

Happiness Is A Warm Gun

Cuando la tuve por primera vez, sentí lo que deben sentir todos: poder.


Los primeros días la seguridad que te brinda un arma es increíble; sentir que nada ni nadie te puede tocar, saber que puedes andar por la calle a cualquier hora tranquilo, que nadie va a intentar entrar a tu casa te deja dormir tranquilo, te deja estar despierto tranquilo. Un arma que no se ha utilizado es un elemento sorpresa, nadie se imagina que tu amigo, tu novio, tu hijo, tu hermano, tu vecino lleva una, menos que sabe utilizarla, menos aun que alguna vez ya la usó.

Dos veces he tenido que usarla.

Cuando eres joven, más que ahora, no mides las consecuencias de tus actos, bueno, todavía me es difícil. Con el primer uso se va todo el encanto de la novedad, se va toda la seguridad ganada, se va todo, me fui yo también. Superar el primer uso es difícil, se quedan las huellas en tus manos, no puedes olvidar la cara de dolor, no puedes olvidar tu cara de imbécil, no puedes, y juras no volver a usar el arma, pero por alguna razón, la guardas. Y la guardas en un lugar en la que este a la mano.

Las noches siguientes no puedes dormir, piensas en mil formas de deshacerte de ella, pero ninguna te convence, no quieres permitir que alguien sepa que la usaste. Ya fue difícil deshacerte de la evidencia mayor. Pero el tiempo pasa, y el cuerpo se acostumbra al peso, y empiezas a darte cuenta que si lo soportaste una vez, puedes volver a soportarlo, sin embargo, prefieres no utilizarla.

Poco a poco vuelve la seguridad, empiezas a hacer cosas que antes no te atrevías a hacer, el respaldo del arma vuelve con más fuerza que al principio, y ahora sabes que la puedes usar con cualquiera, hasta con las personas que mas quieres. Claro que ahora sabes que con el arma no solo puedes matar, también puedes dejar inútil a alguien, que creo, es peor que morir.

Hace unos días tuve que volver a utilizarla, con alguien a quien quería. Ahora llevo el arma conmigo, ya no tengo miedo a utilizarla. Tener un arma, para mí, ahora es una ventaja. Pobre del primer infeliz que me quiera amedrentar.

Aun pienso que tener un arma es una responsabilidad, cualquier tipo de poder es una responsabilidad. Si nadie sabe que tipo de arma tienes, nadie sabe en donde radica tu poder.

Tatcher, que no es de mis favoritas, dijo: “Ser poderoso es como ser una dama. Si tienes que andar diciéndoselo a la gente, es que no lo eres”. Bueno damas (espero que nadie en la calle me vuelva a decir: “soy una dama”) y caballeros, poderosos o no, me voy a tomar. Tomen con moderación, no para estar borrachos! Si no te gusta tomar no tomes, si te dicen “pollo” di pio, si te dicen “no es café” diles: “ya se imbécil” casi gritando. Puedes ser más elegante para decir no, pero nadie se va a reír.

Sr. Gereda

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