Recuerdo cada vez q venia aquí con mis amigos, cada viernes y sábado, en la misma barra... Al mismo tiempo que ya pedía religiosamente mi trago preferido...
Lo insípido del alcohol se compensaba con la voluntaria desatención de mis sentidos, ya que se habían dedicado a buscar dos ventanas, aquellos ojos furtivos, por donde los míos pudieran entrar a robar un corazón, llegar a descansar o a quedarse para siempre.
Ya casi me había olvidado de lo celosa que era tu imaginación, de lo certero de tus palabras…
Ya casi había olvidado aquellos ojos celestes que alguna vez cambie por las luces de un escenario, por los acordes olvidados, mi mala memoria, mi fea forma de vestir, mi desgano, mi egoísmo, mi falta de romanticismo, mi silencio, mi falta de imaginación a solas contigo y todas aquellas “triviales” razones por las que consideraba que yo no estaba hecho para amar de verdad. Pero todo el tiempo había estado mirando el dedo mientras todo lo demás estaba señalando la luna…
Toda esa accidentada descripción mía podría sonar como un mea culpa o simples excusas para justificar el desamor del que habías sido victima, pero también tenias algunas joyitas que no dudaste en regalarme, por ejemplo, tu vanidosa sapiencia sobre las relaciones amorosas, tus prejuicios hacia mi, tus secretos, tus derrotas y metas, tu odios y amores, tu poca memoria, tu falta de coraje para enfrentar lo imposible, tu orgullo disfrazado de dignidad…
Pero es cierto, si decides concluir sobre nosotros, que ambos nos hacíamos daño y a veces nos consolábamos con el hecho que luego de una pelea las cosas regresan con mas fuerza.
En realidad, era esa vacuidad de verdadero amor la que hacia que cada paso que daba junto a ti fuera un tropiezo...
No lográbamos avanzar hacia el mismo lado y hasta pareciera que teníamos brújulas descompuestas, que nuestras valijas tenían distinto destino… Fue entonces cuando a pesar del amor que sentías decidiste vaciar tu corazón, ya no sentir el aire, ya no sentirías la soledad, pero tampoco sentirías amor…
Para ti eso no era problema, ya que justamente ese amor que habías sentido era el causante de todo el dolor que eras capaz de soportar y por el que habías escogido salir por la puerta de atrás hacia tu “libertad”.
Cada día a solas contigo fue como tratar de convencer a tu silencio que yo era el más indicado para que se expresara a través de mí; pero la contradicción entre la confianza que tenías en mí y tu prejuicio sobre tus caídas, solamente acabaron por enseñarte a cerrar los ojos cuando lo que no te gustaba aparecía ante ellos.
Esos ojos que nunca lograron atrapar los míos, que nunca lograron darles descanso, empezaron a sugerirme que tu sucesora tenía que entrar por los míos y al llegar esperaba que pongan todas las cosas de nuevo en su lugar.
La verdad poco tiempo te extrañe, debido a que ningún recuerdo de ti guardé, y para serte más sincero hoy es la primera vez que te recuerdo desde la última vez que te mire a los ojos y te pedí otro último beso...
(...continuará...)
-Sr. Ventura-
lunes, 10 de diciembre de 2007
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